La idea de la fragilidad y la dureza que se
esconde bajo la piel del ser humano y el deseo de escapar a la oscuridad
y situarse en un lugar donde ya no existe nada ni nadie que te pueda
condicionar es a mí parecer las premisas principales de esta genial película
del director danés Lars Von Trier. A
primera vista tenemos un musical que narra la historia de Selma (Björk), una chica que sufre de una ceguera en constante progreso, y
para evitar que su hijo sufra del mismo mal, trabaja incesantemente en una
fábrica para ganar centavo a centavo el dinero necesario para lograr operarlo.
A lo largo de la película se vislumbra como Selma, a pesar de aparentar
dulzura, tranquilidad y fragilidad, resulta ser el personaje más estrictamente
derecho en sus convicciones. El hecho de no abandonar a su hijo a pesar de su
enfermedad es un claro ejemplo de cómo lo que uno aparenta no siempre es lo que
es por dentro. Sus convicciones la convierten en la persona más capaz de lograr
todo lo que se propone. A pesar de los problemas ella tiene un escape, ese
escape es su pasión por los musicales, lo único que hace cada vez que se siente
abrumada es cerrar sus ojos y dejarse caer en un lienzo vacio donde puede
dibujar cada paso que da, donde la música se siente en cada latido del corazón
y donde todos los problemas son olvidados por un pequeño periodo de tiempo.
Ella solo se deja perder por el arte y vive su danza como si fuera el último
día de su vida. Este escape le da a su vida un balance y una estabilidad que la
aleja de la fragilidad de la que padecen las personas que no cuentan con este
don. Pero lamentablemente este escape nunca lo podrá vivir completamente y se
verá truncado por personas ajenas a sus ideales.
Del otro lado de la moneda se encuentran sus “vecinos”, una pareja (Bill y
Linda) de clase media-alta con una vida plástica que vive de lo material sin
ningún propósito especifico. El esposo es el pilar económico del pequeño hogar,
pero cuando este es derribado, teme perder a su esposa por no cumplir con los
requisitos que ella está acostumbrada a recibir. Es entonces cuando Bill que le
da todo a su mujer y que aparenta ser un hombre fuerte, cae en un agujero donde
la única salida es la de cometer un delito a una persona indefensa, esta
persona es Selma. La fragilidad se ve reflejada en la acción desesperada que
toma el personaje del esposo, no le importa acabar con los sueños de una
persona inocente e indefensa, solo le importa lograr su vacuo propósito de
mantener su matrimonio, uno que está lleno de mentiras y mascaras que ocultan
los verdaderos sentimientos de cada uno. Linda solo quiere el dinero y la buena
vida que le da su esposo, mientras que Bill solo quiere la compañía de su
esposa, no quiere estar solo, es un hombre sin propósitos. La pareja cumple la
función de complementarse uno a otro pero de una manera superficial, se
complementan pero siguen siendo dos personas diferentes que buscan intereses egoístas
por separado. Son estrictos a la hora de querer lograr sus egoístas propósitos
pero frágiles en el momento en el que no los consiguen, sus pensamientos se
resquebrajan y caen en lo más profundo de la denigración.
Cuando estos dos estados de fragilidad y de dureza se encuentran, ocurre la
detonación de un conflicto que lleva al personaje de Selma a una situación en
la que sus principios vehementes se ponen a prueba y una vez más, Selma no se
deja tumbar por nada ni nadie, ella tiene un estricto propósito, su finalidad
es pura e inquebrantable, ella ama la única extensión material que tiene de su
cuerpo en el mundo tangible, su hijo. No le importa ser sacrificada, no le
importa perderse, ella será siempre feliz si es que antes de partir, se asegura
de que su voluntad se haga realidad.
Llega la hora de separarse del mundo material, siente miedo, es una persona
como cualquier otra, pero se acuerda de aquella mágica experiencia que puede
llevarla a un lugar de paz y tranquilidad. Por última vez logra envolverse en
danzas y música que hacen que sus últimos pasos en la tierra sean placenteros,
no piensa solo baila hasta llegar al injusto fin que le impusieron las personas
que alguna vez pensó fueron sus amigos. El miedo se vuelve a apoderar de ella
pero llega la última luz en su vida, su hijo a pesar de todos los obstáculos,
será operado, es ahí donde ella se tranquiliza y espera con melodías en su
boca, el final de una vida que nunca quiso que sea feliz, solo le queda esperar
que lo que queda de su alma en el mundo material, su hijo, pueda lograr la
felicidad que ella nunca pudo experimentar por completo. Solo le queda esperar
y seguir siempre inocente bailando en la oscuridad.
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