lunes, 28 de abril de 2014

Sobre Raging Bull, una película de Martin Scorsese

"So, for the second time, [the Pharisees]
summoned the man who had been blind and said:
'Speak the truth before God.
We know this fellow is a sinner.'
'Whether or not he is a sinner, I do not know.'
the man replied.
'All I know is this:
once I was blind and now I can see.'
I
De cómo nació el proyecto
Fue en las filmaciones de The Godfather II en las que Robert De Niro leyó por primera vez Raging Bull: My Story, de Jake LaMotta. El libro era una autobiografía que relataba la historia de un boxeador profesional de pesos medianos, desde su infancia y sus inicios en el boxeo hasta la obtención del título mundial y su posterior debacle en el ámbito familiar y profesional. El libro, de pocas cualidades literarias, impresionó a De Niro inmediatamente, el personaje de Jake La Motta, un muchacho pobre del Bronx de un gran talento que ve un proyecto de vida destruido por su propio carácter, para luego arrepentirse y buscar una suerte de redención, formó una obsesión constante en su carrera.


Fue en esa época, en que le propuso a Scorsese dicho proyecto. Insistiendo que era una película que tenían que hacer juntos. Scorsese se sentía reticente a realizar dicha adaptación. En sus palabras alegaba que no comprendía realmente el interés por la historia y que por otro lado, ya desde su niñez, encontraba al box o cualquier otro deporte aburrido. No obstante, ante la obstinación de De Niro “ Marty” encargó el desarrollo de un guion a manos de Mardik Martin y posteriormente de Paul Schrader –el guionista de Taxi Driver.

Posteriormente, en 1978, Scorsese pasaba por una grave crisis de salud. Después del fracaso de New York New York, su primera película de alto presupuesto, inició un largo y precipitado camino hacia el caos, debido al excesivo consumo de drogas y a un ritmo de vida bastante disipada. Fue en aquel tiempo, en que se divorció de su segunda esposa, pasaba por una gran depresión y una gran rabia por el aparente término de una carrera ascendente en el espectro del cine norteamericano. A pesar del recrudecimiento de su salud, en ese año dio a estrenar The Last Walz, una documental del último tour de la banda de rock The Band. Scorsese supo en ese momento, que era lo que mejor que había dirigido en su carrera. Sin embargo, no se sentía feliz ni satisfecho creativamente:
 “En ese momento comprendí que había un problema, que había una especie de vacío dentro de mí ¡Y me drogué aún más! Luego toqué fondo, me hundí”. (en Cahiers du cinema número 500)

En setiembre de ese año, fue internado en el New York Hospital al sufrir una hemorragia interna que por poco lo lleva a la muerte, estuvo en recuperación diez días.  Su cuerpo no resistía más De Niro lo visita de forma constante y entre conversaciones  le informa que Paul Schrader había finalizado el guión y sólo faltaba él, él era el único que podría hacerlo.


 [Pero ¿Qué ocurre?” Y Luego añadió: “¿No quieres hacer esta película? ¡Sólo tú puedes hacer!”. Respondí que sí. Y entonces comprendí; fui consciente de que yo era él… (Scorsese muestra la foto de De Niro interpretando a Jake La Motta obeso). Yo podía hacerlo. Esa película hablaba de mí. No tenía que decírselo a Bob: ya lo sabía. Todo lo quería de mí era un compromiso. Y de algún modo, en mí se disparó un resorte. Dije: “lo haremos. ¡Adelante!] (en Cahiers du cinema, número 500)
Después de su recuperación se dirigió con De Niro a la isla de St. Martin ha rescribir el guión. Scorsese empezó el proyecto bajo un ritmo creativo frenético y eufórico, que no sentía desde Mean Streets o Taxi Driver. Había encontrado su voz y la convicción para filmar la película. La filmó como si fuera la última, introduciendo todo lo que había aprendido, cada forma y truco de todos sus años en el cine. El resultado, fue la voz trágica de un hombre que luego de pasar por el infierno y la soledad, originado por sus propios demonios, encuentra la redención muchos años después, comprendiendo su ceguera y viéndose por fin en el espejo, aceptándose a sí mismo,  encontrando paz.


II
Sobre Raging Bull
I remember those cheers / They still ring in my ears / After years, they remain in my thoughts. / Go to one night / I took off my robe, and what'd I do? I forgot to wear shorts. / I recall every fall / Every hook, every jab / The worst way a guy can get rid of his flab. / As you know, my life wasn't drab. / Though I'd much... Though I'd rather hear you cheer / When you delve... Though I'd rather hear you cheer / When I delve into Shakespeare / "A horse, a horse, my kingdom for a horse", I haven't had a winner in six months.
[he lights a cigar] Though I'm no Olivier / I would much rather... And though I'm no Olivier / If he fought Sugar Ray / He would say / That the thing ain't the ring, it's the play. / So give me a... stage / Where this bull here can rage / And though I could fight / I'd much rather recite /... that's entertainment…

El inicio de Raging Bull es la síntesis o la gran metáfora de la vida de Jake La Motta.  La trasposición del Intermezzo de Cavalleria Rusticana, el ballet pugilístico que se prepara para el encuentro, golpeando a la nada, un hombre solo en el ring entre las cuerdas que se enfrenta contra sí mismo y contra el mundo . Scorsese logra dar proporciones Shakesperianas a un personaje atormentado por sus propios demonios, que ve como el espectáculo de su vida se resuelve en una gran tragedia, en la que el ring es una alegoría de sus fracasos y de sus éxitos. A su vez, el carácter violento y sesgado de sus mejores años, es su propia condición la que lo precipita a la debacle, a la decadencia moral y física y su posterior ruina. Jake La Motta, ya en 1964 rememora de forma melancólica sus años de juventud y esplendor, recitando pasajes de Tenesse Williams y William Shakespeare antes de entrar a escenario. Lo que sigue es el montaje, de la función de su vida, de dos imágenes dispares: de un hombre viejo, desilusionado y acabado y por el otro lado, un joven La Motta que recibe los golpes, orgulloso, impetuoso e invencible, sin retroceder,  antes de ir al ataque.

La concepción del anti héroe  en Jake La Motta, es de un doble conflicto, es la historia de la impotencia de un hombre que se enfrenta con la sociedad y consigo mismo. Raging Bull es la película de la autodestrucción del protagonista, por sus propias inseguridades y pasiones. La premisa sitúa a Jake un exitoso boxeador de pesos medianos, al cual se le niega tener de ser un contendiente y ganar el título mundial. Existe, en ese sentido, un orden impuesto que no puede superar, las mafias pugilísticas que predisponen resultados y campeones. Jake se niega a formar parte de ello y va por su cuenta, intentando forjar su éxito por sí mismo. El resultado es la frustración, del no aceptar las convenciones corruptas de la sociedad, que se antepone a su suerte y aquellos valores antiguos que defiende, que se acrecientan con los años y generan un orgullo desmedido y ciego que estalla en una actitud violenta contra todo lo que pudo ser bello o valioso en su vida.


Del mismo modo, se puede encontrar un profundo conflicto interno por parte de Jake, una inseguridad, una incapacidad o miedo a ser feliz, que lo abstrae y aísla y dificulta la comunicación con los demás. En ese espectro su hermano Joey (Joe Pesci), es una suerte de pacificador, su conexión con el mundo y lo que lo rodea. Él canaliza sus fuerzas y pasiones y busca las oportunidades que el carácter de su hermano le niega. Por el otro lado, nos damos con Vickie (Cathy Moriarty) la que sería su segunda esposa. Una rubia, con una imagen y actitud al modo de una femme fatale, a la que Jake ve como un espejismo, de algo verdaderamente bello, una fuerza de la naturaleza que no puede controlar, pero que sin embargo, lo atrae y es algo que desea en su vida. Vickie, de esta manera, forma parte vital de sus inseguridades, de su fragilidad contenida, de su falta de comunicación con el mundo al cual, tiene un miedo terrible, de ser abandonado, de que su orgullo y amor propio sean rotos. La violencia, los celos y paranoias de La Motta, se encienden en su temor de no ser suficiente, de no dar talla al papel que interpreta.
Después de casi cuatro años  luchando, ante una gran frustración, Jake termina traicionándose a sí mismo, su hermano Joey lo convence de que su única oportunidad es venderse a la mafia. De este modo, se deja ganar  Ante esta situación Jake llora desconsoladamente, es una traición su filosofía de vida y siente vergüenza de lo que tuvo que hacer y el fracaso que conlleva. No obstante, dos años después, tiene la oportunidad de luchar por el título y lo consigue. Así, en el pináculo de su carrera pasando la euforia del momento, pasamos a un siguiente plano y nos damos con la cuenta que no es feliz, que existe una insatisfacción en cada aspecto de su vida, una resignación que lo hace dejar de lado el entrenamiento y una frecuente paranoia e inseguridad de que su esposa lo engaña. La Motta desconfía de su éxito y procede a destruirlo, escucha internamente acusaciones, confesiones, traiciones contra sí y se aísla en un manto de ebullición y violencia contenida. La misma paranoia lo aleja del único componente estable en su vida, su hermano, su puente con la realidad, al cual le da una golpiza creyendo que lo traicionó con su esposa, rompiendo relaciones con él.

La vida de Jake La Motta, de este modo, es la de un hombre con todas las condiciones para ganar, pero que una vez cumplido el objetivo de su vida, no sabe qué hacer con ella y que falla miserablemente sin encontrar una real satisfacción. Su vida es el espectáculo de una persona que recibe golpe tras golpe en una actitud casi masoquista, en un mundo caótico –dícese el ring o la vida-, en el que se rehúsa a dar su brazo a torcer o ceder, pero este no es un personaje idealista, sino un personaje que ante su propia fragilidad, trata de moldear al mundo a su alrededor, de alcanzar un control ante su propia inseguridad y forjar su propio éxito y auto-respeto. Una vez que gana el título, sin embargo, se siente igual de vacío. Siente la misma gran impotencia e incapacidad de expresarse, el miedo a quedarse solo y ser engañado, de vivir en un mundo, en el cual realmente, no cree merecer ser feliz.

La Motta se ha retirado y abre un night club, con su mismo nombre. En este club, en una profunda decadencia moral, se ve coludido en un caso de corrupción de menores, la policía lo busca. Corre desesperado a buscar dinero con que sobornar a la justicia y falla, al rehusarse a vender su cinturón de campeón, el último recuerdo de su gloria pasada. Ya en la cárcel,  se afronta contra el escenario del que siempre huyó: su propia debilidad. Jake como llegó al mundo, está solo y en el fondo del abismo, en la oscuridad su reflejo es claro, se enfrenta a la realidad, todo lo bello en su vida se había esfumado y era su culpa. Es un hombre, que finalmente, se repite encarecidamente, desesperado que no es un animal, que es una persona, que no es tan malo y que merece una oportunidad.

En 1964, La Motta, otra vez en su camerino, recita el monólogo deI could have been a contender” de Marlon Brando en On the Waterfront. Ha perdido todo, pero por fin puede ver su reflejo en el espejo y no huye de él.  Es curioso, en su fracaso, por fin encuentra un cierto equilibrio, una cierta paz interior que hace llevaderos sus años, ya que ve claramente la luz en el escenario -el ring-  en el que sus mejores años pasaron, el que fue su hogar y forma parte de su modo de plantarse al mundo, sabe que aquel lugar es el único lugar en donde puede expresarse y retomar su vida porque ahora ve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario