“La quiero como no he querido
nunca a ninguna de mis partituras … No
exagero, toda mi alma está en esta sinfonía”
Piotr Ilich Tchaikovsky
El 28 de octubre de 1893,
Tchaikovsky estrenó en San Petesburgo, la que sería su última sinfonía: La Sinfonía nº 6 en si menor, Patética, Op. 74. El recibimiento fue
tibio y generó una gran incomprensión por parte del público ante las nuevas innovaciones
formales de la sinfonía, respecto a sus contemporáneos y la gran descarga
emocional que suscitaba la obra.
Nueve días después del estreno,
el 6 de Noviembre de 1893 Tchaikovski,
de forma repentina, murió de cólera, después de supuestamente haber bebido agua
contaminada unos días atrás.
Al pasar de los años se han
desprendido numerosas teorías respecto a la extraña muerte de Tchaikovsky. De
las mismas, por un lado, se cree que la muerte del compositor fue producto de
un suicidio voluntario ante una fuerte depresión. Por el otro, se dice que
Tchaikovsky tuvo que suicidarse tras un ajusticiamiento de un tribunal de
honor, compuestos por sus antiguos compañeros de la Escuela Imperial de
Jurisprudencia, los cuales abogaban su oculta homosexualidad. Tchaikovsky
habría sido denunciado ante el Zar por actos contra “las buenas costumbres” y
se le dio como única salida honorable el suicidio con arsénico, al modo de los
antiguos generales romanos caídos en desgracia, debido a su gran popularidad
como autor.
De cualquier modo, la Sinfonía
Patética parece representar aquellos últimos días de Tchaikovsky. Es una obra
que ronda bajo dos ejes distintos: la vida y la muerte. Parece mantenerse como
un testamento a la vida y obra del autor, de los años tórridos de la juventud,
llenos de ideas bellas e idealistas, el tránsito a la madurez creativa y los
éxitos artísticos y los años posteriores de confrontación con el mundo y la
sensación de fracaso e impotencia frente a la muerte. En ese sentido, la
Patética encierra una de las más conmovedoras historias de una sinfonía.
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